martes, 27 de enero de 2009

Oscuridad

Quizá influido por el comentario de ayer, hoy me siento oscuro, demacrado creo yo. El agobiante bombardeo de noticias que recibo de los medios de comunicación: desgracias, catástrofes, suicidios, violencia.....muerte, sangre, esperpento de mudo mundo que nos ha tocado compartir.
Parece que todo se vuelve oscuro, despojándonos de la llama vital que se apaga hacia el ocaso.
Todos estos sentimientos han logrado que recuerde los versos de un inquietante poema del enigmático Lord Byron, poeta romántico inglés, "Darkness (Oscuridad)"


"Tuve un sueño que no era del todo un sueño.
El brillante sol se apagaba,
y los astros
vagaban apagándose por el espacio eterno,
sin rayos, sin rutas,
y la helada tierra
oscilaba ciega y oscureciéndose en un cielo sin luna.
La mañana llegó, y se fue,
y llegó,
y no trajo consigo el día,
Y los hombres olvidaron sus pasiones
ante el terror de esta desolación,
y todos los corazones
fueron en una plegaria egoísta por luz.
Y vivieron junto a hogueras,
y los tronos,
Los palacios de los reyes coronados,
l las chozas,
las viviendas de todas las cosas que habitaban,
fueron quemadas en los fogones,
las ciudades se consumieron,
y los hombres se reunieron en torno a sus ardientes casas
para verse de nuevo las caras unos a otros.
Felices eran aquellos que vivían
dentro del ojo de los volcanes,
y su antorcha montañosa.
Una temerosa esperanza era todo lo que el mundo contenía;
Se encendió fuego a los bosques,
pero hora tras hora
fueron cayendo y apagándose,
y los crujientes troncos
se extinguieron con un estrépito.
Y todo quedó negro.
Las frentes de los hombres, a la luz sin esperanza
tenían un aspecto no terreno cuando de pronto
haces de luz caían sobre ellos;
Algunos se tendían
y escondían sus ojos y lloraban;
Otros descansaban sus barbillas en sus manos apretadas
y sonreían;
Y otros iban rápido de aquí para allá
y alimentaban sus pilas funerarias con combustible,
y miraban hacia arriba
suplicando con loca inquietud al sordo cielo,
El sudario de un mundo pasado,
y entonces otra vez con maldiciones se arrojaban sobre el polvo,
y rechinaban sus dientes y aullaban;
las aves silvestres chillaban y,
aterrorizadas,
revoloteaban sobre el suelo,
y agitaban sus inútiles alas;
Los bestias más salvajes venían dóciles y trémulas
y las víboras se arrastraron
y se enroscaron escondiéndose entre la multitud,
siseando, pero sin picar,
y fueron muertas para servir de alimento.
Y la Guerra, que por un momento se había ido,
se sació otra vez;
una comida se compraba con sangre,
y cada uno se hartó resentido y solo
atiborrándose en la penumbra:
No quedaba amor.
Toda la tierra era un solo pensamiento
y ese era la muerte inmediata y sin gloria;
y el dolor agudo del hambre
se instaló en todas las entrañas,
hombres morían
y sus huesos no tenían tumba, y tampoco su carne;
Hambrientos por hambrientos fueron devorados.
Y aún los perros asaltaron a sus amos,
todos salvo uno,
y aquél fue fiel a un cadáver, y mantuvo a raya
a las aves y las bestias y los débiles hombres,
hasta que el hambre se apoderó de ellos,
o los muertos que caían
tentaron sus delgadas quijadas;
Él no se buscó comida,
sino que con un gemido piadoso y perpetuo
y un corto grito desolado,
lamiendo la mano que no respondió con una caricia,
murió.
De a poco la multitud fue muriendo de hambre;
Pero dos de una ciudad enorme sobrevivieron,
y eran enemigos;
se encontraron junto a las agonizantes brasas de un altar
donde se había apilado una masa de objetos sagrados
para un fin impío;
Hurgaron,
y temblando
revolvieron con sus manos delgadas y esqueléticas
en las débiles cenizas,
y sus débiles alientos
soplaron por un poco de vida,
e hicieron una llama que era ridícula;
entonces levantaron sus ojos al verla palidecer,
y observaron el aspecto del otro,
miraron, gritaron,
y murieron.
De puro espanto mutuo murieron,
sin saber quién era aquel sobre cuya frente
La hambruna había escrito "Terror".
El mundo estaba vacío,
lo populoso y lo poderoso era una masa,
sin estaciones,
sin hierba, sin árboles, sin hombres,
sin vida;
Una masa de muerte,
un caos de dura arcilla.
Los ríos, lagos, y océanos
estaban quietos,
y nada se movía en sus silenciosos abismos;
Los barcos sin marinos yacían
pudriéndose en el mar,
y sus mástiles bajaban poco a poco;
cuando caían dormían en el abismo
sin un vaivén.
Las olas estaban muertas;
mareas estaban en sus tumbas,
antes ya había expirado su señora la Luna;
Los vientos se marchitaron en el aire estancado,
y las nubes perecieron;
la Oscuridad no necesitaba de su ayuda...
Ella era el universo".